5 manguitas romcom para curarte la depresión o para hundirte más en ella

Se conoce que este blog se creó para que escribiese en él, pero ha pasado «un tiempo» desde la última vez. Tres años, concretamente. Sí, el polvo es tal que no creo que haya Dyson capaz de aspirarlo. Como consecuencia, estoy bastante desentrenado en el noble arte de narrar, pero bueno, aquí me tienen, una vez más, utilizando el teclado.

Internet ha cambiado bastante en estos últimos tres años. Yo también. Ahora tengo más canas, estoy más gordo, soy más feo y tengo menos ganas de hacer cosas, si cabe. ¡También hay algo positivo! Aprendí a dibujar en el confinamiento y es un hábito que he ido manteniendo con el paso del tiempo.

Si hay algo que se mantiene inmutable, es que sigo siendo muy fan del animanga. Otaku se nace, no se hace. Si bien no veo tanto anime como antes, sigo leyendo bastante manga. No tanto el de la portada de la Shonen Jump, sino ese otro tipo de webmanga no tan popu que publican los artistas en Twitter y solo se leen otras 1500 personas en en el subreddit de turno. ¿Es este el comienzo de mi arco snob? Puede ser.

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Patrick Rothfuss y la cosificación del autor en redes sociales

Hace un calor de pelotas. Concretamente, de esas enormes pelotas hinchables de pilates que te venden en el Decathlon. El calor me irrita y aprovechando el ambiente, me gustaría hablar de manera sosegada y sin despotricar— porque yo nunca despotrico— sobre una de las últimas controversias que he tenido el placer de presenciar esta tarde en redes.

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La fantástica saga Trails

Desde hace ya un tiempo no disfruto tanto de los JRPG estándar que juego. Siento que las mecánicas de combate son un constante refrito con ciertos (des)ajustes y las historias que se narran un pozo que se cree más profundo de lo que es. Me encuentro buscando cosas que no hay. Personajes con cierta evolución o un mundo en donde lo que ocurre me importa. Puede ser que me esté volviendo viejo o puede ser que mis gustos estén cambiando; pero, si hay que culpar a alguien por establecer un ejemplo demasiado bueno, es a la saga Trails.

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Efemérides de un confinamiento

Tremendo año se nos está quedando, ¿no? Poca broma con el giro tan drástico que han pegado los acontecimientos. No pintaba bien la cosa ya con ese enero interminable, en donde parecía que si no nos moríamos por el calentamiento global, sería por el estallido de la tercera guerra mundial. Lejos queda ahora ese conjunto de preocupaciones —ya casi rutinarias — en un tiempo tan negro como el alquitrán, en donde solo se habla de un virus y de una situación económica complicada. Eso sí, si algo nos ha dejado el confinamiento, además de la piel pálida y el hábito sedentario, es tiempo libre.

En mi caso, el confinamiento resultó ser toda una prueba de fuego en la que dilucidaba cuan capaz era de mantenerme cuerdo mientras la intentona de sostener hábitos saludables durante más de tres días seguidos se derrumbaba cada vez. Tampoco me escondo, no es que fuese un adonis de la productividad antes de que todo esto empezase; al fin y al cabo, los encerrados lo somos a tiempo completo. No obstante, la suerte de libertad condicionada de la que gozamos hoy en día es una movida. Así que, he decidido levantar voluntariamente la tapa del vetusto baúl que componen estas polvorientas instalaciones y emplear un buen montón de letras para hablaros de mis movidas.

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La Sandersonitis

2019 ha sido un año intenso. Siempre te dicen que conforme te aventuras en la vida adulta, tu vida va a pasar volando, pero no creo que haya sido el caso con estos ya pasados 365 días. Días que hemos utilizado para hacer tops sobre lo mejor de la década y pelearnos sobre si, matemáticamente, se acaba la década o no. O para utilizar los fideos chinos como material polivalente para el arreglo de casi cualquier cosa. O incluso para organizar una maratón destinada a la liberación de todos los alienígenas encarcelados en el Área 51 mediante un trote a la Naruto (correr con los brazos flexionados hacia atrás mientras suena Silhouette de Kana-Boom). Todo ello en el marco contextual de que igual en diez añitos el planeta se nos va a la mierda. La prestigiosa universidad de Alacama sintetiza de manera simple y certera nuestra era, tan llena de memes, medios de producción acaparados por multinacionales gigantescas, gobiernos de ultraderecha y desidia generalizada por el cambio climático en solo dos palabras: qué cojones.

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